"El Prototipo": Jacobo Grinberg Zylberbaum
“... una niña mestiza de 8 años ayudó a crear la sinergia perfecta. Durante los siguientes 2 años, crearon la imagen. Contenía, en un equilibrio perfecto, los dominadores comunes de ambas culturas con todos sus símbolos. Sin embargo, estaba dirigida especialmente al pueblo sojuzgado y en un lenguaje pictográfico que seguramente entendería.
La virgen de Guadalupe, icono síntesis de la nueva cultura mexicana, planetaria y cósmica.
sábado
El verdadero prototipo es el fruto del injerto:
El rostro era el de una niña o joven mestiza, dulce y amorosa y llena de pureza y compasión. Sintetizaba, a la perfección, la fusión del Oriente y del Occidente, el primero con sangre india de lejano origen mongol y el segundo; española, ibérica y romana representante sintética del Viejo Mundo. El producto, un ser totalmente nuevo tenía en sí mismo, todas las posibilidades y una apertura más global a todos los valores humanos.
Cubría a la joven un manto azul tachonado de estrellas; Xiuhtilmatli; "La Tilma de Turquesa" lo llamaba Yacatl y era el mismo género que había cubierto a los más grandes Tlatoanis y recordaba a Huitzilopochtli habitante del séptimo de los trece cielos. Las estrellas recordaban a la Citlalinicue; "La de la falda de estrellas" señalándola como Ometeotl en su fase femenina.
La imagen incorporaba lo invisible e impalpable del Yohualli-Echecátl por el cielo azul oscuro lleno de estrellas. Su cinturón recordaba a la serpiente que ciñe a la Coatlicue y activaba, por su color negro otro de los nombres de Ometeotl; Tecolliguengui; "La que está vestida de negro".
Tona-Tiuh, Citlallatonac y Tezcatlanextia también estaban allí en la flor solar a la altura de la matriz y en sus resplandores. Estaban allí la Luna y el Sol en una misma imagen, Quetzalcoatl y Tlahuizcalpantecutli; "Señor de la Estrella de la Mañana" también allí simbolizados por unas plumas sosteniendo toda la imagen. En su cuello un óvalo de jade, igual al que las estaturas de los dioses llevaban sobre su pecho como representación de su alma e inscrito en él, la cruz cristiana.
La imagen hablaba por sí misma y sintetizaba todas las creencias del pueblo Azteca mostrándolas juntas en el nuevo ser que era el producto de las dos razas enfrentadas.
El segundo Dalai Lama la consideró una verdadera llave de símbolos unificados y matizados de amor y compasión. Yacatl estuvo de acuerdo.
Pero la imagen no sólo era un enjambre sintético de símbolos o una fórmula mágica para lograr el despertar de la Conciencia. Representaba algo real pero en potencia; el Espíritu de Me-xi-co en continuidad con la nueva raza creada a partir de un injerto. En ella, la esencia del Espíritu mexicano estaba inscrito; en ella el sacrificio de Cuauhtémoc vivía y alimentaba una vitalidad naciente y no sólo un recuerdo del pasado.
El nuevo ser que era México encarnaba en ella su futuro más noble. El pueblo que representaba estaba allí en su carácter más compasivo, más lleno de luz y amor.
Era una obra maestra de la ciencia Tibetana y como todas las imágenes de los Budas representaba lo más sublime del Ser. Pero no era una imagen Tibetana; era la deidad tutelar del nuevo México, Ometeotl encarnado y el futuro ideal de la nueva raza.
Lo que seguía era esperar el momento y lugar apropiado para mostrarla y eso implicaba una verdadera hazaña no sólo de visualización sino de materialización. El segundo Dalai Lama se internó en los misterios de su tradición y logró maestría en sus técnicas secretas.
En 1531, Juan Diego, un indio de espíritu noble oyó una voz mientras caminaba por el cerro del Tepeyac. Era invierno y todo estaba seco y helado. Sabía que transitaba por la morada de Coatlicue Tonatzin la cuna de Huiízilopochtli.
Oyó una voz que lo llamaba. Se acercó al lugar de donde procedía el sonido y vio una imagen resplandeciente y maravillosa que le habló en perfecto Náhuatl; en impecable "Tecpillatolli" el hablar noble:
Nehuatl — (yo soy) — In Nizenguizca — (la entera-mente) — Zemicac — (por siempre) — Ichpochtli — (virgen) — Santa María In Inatzin — (Santa Maria la madre de) — In Huel Nelli — (el bien verdadero) — Teotl Dios — (Dios) — In Ipalnemohuani — (Señor por quien vive) — In Teyocoyani — (Creador de los Hombres) — In Tlogue Nahuague — (Señor del Cerca y del Junto, "Aquel cabe quien está todo") — In Hhuicahua In Tlaltipague — (Señor del Cielo y de la Tierra)".
Le dijo que era la madre de Ometeotl, que había venido para proteger a los indios, amarlos y cuidarlos y que deseaba que en ese lugar le construyesen un Templo. Le pidió que fuese a dar noticia al Obispo para que él se encargara de hacerlo.
Juan Diego obedeció pero no fue creído. Regresó a dar la mala nueva y la madre de Ometeotl lo llamó de nuevo y otra vez le pidió ir a ver al Obispo. Juan Diego accedió pero con los mismos resultados que antes.
El Obispo pedía señales concretas de la aparición. Entonces Ometeotl le pidió a Juan Diego recoger las rosas de todos colores que increíblemente crecían allí, frescas en la punta del cerro helado y seco. El las colocó en su "Amoxtli" su manto rústico de hilos extraídos del maguey y se las llevó al Obispo. Al dejar caer las flores; sobre el Amoxtli apareció inscrita y perfecta la imagen. El Obispo mandó construir un Templo a la nombrada "Virgen de Guadalupe".”
“... el verdadero Prototipo no es una máquina, sino el producto de una transformación colosal de la raza humana.”
“El prototipo”: Jacobo Grinberg-Zilberbaum
Cubría a la joven un manto azul tachonado de estrellas; Xiuhtilmatli; "La Tilma de Turquesa" lo llamaba Yacatl y era el mismo género que había cubierto a los más grandes Tlatoanis y recordaba a Huitzilopochtli habitante del séptimo de los trece cielos. Las estrellas recordaban a la Citlalinicue; "La de la falda de estrellas" señalándola como Ometeotl en su fase femenina.
La imagen incorporaba lo invisible e impalpable del Yohualli-Echecátl por el cielo azul oscuro lleno de estrellas. Su cinturón recordaba a la serpiente que ciñe a la Coatlicue y activaba, por su color negro otro de los nombres de Ometeotl; Tecolliguengui; "La que está vestida de negro".
Tona-Tiuh, Citlallatonac y Tezcatlanextia también estaban allí en la flor solar a la altura de la matriz y en sus resplandores. Estaban allí la Luna y el Sol en una misma imagen, Quetzalcoatl y Tlahuizcalpantecutli; "Señor de la Estrella de la Mañana" también allí simbolizados por unas plumas sosteniendo toda la imagen. En su cuello un óvalo de jade, igual al que las estaturas de los dioses llevaban sobre su pecho como representación de su alma e inscrito en él, la cruz cristiana.
La imagen hablaba por sí misma y sintetizaba todas las creencias del pueblo Azteca mostrándolas juntas en el nuevo ser que era el producto de las dos razas enfrentadas.
El segundo Dalai Lama la consideró una verdadera llave de símbolos unificados y matizados de amor y compasión. Yacatl estuvo de acuerdo.
Pero la imagen no sólo era un enjambre sintético de símbolos o una fórmula mágica para lograr el despertar de la Conciencia. Representaba algo real pero en potencia; el Espíritu de Me-xi-co en continuidad con la nueva raza creada a partir de un injerto. En ella, la esencia del Espíritu mexicano estaba inscrito; en ella el sacrificio de Cuauhtémoc vivía y alimentaba una vitalidad naciente y no sólo un recuerdo del pasado.
El nuevo ser que era México encarnaba en ella su futuro más noble. El pueblo que representaba estaba allí en su carácter más compasivo, más lleno de luz y amor.
Era una obra maestra de la ciencia Tibetana y como todas las imágenes de los Budas representaba lo más sublime del Ser. Pero no era una imagen Tibetana; era la deidad tutelar del nuevo México, Ometeotl encarnado y el futuro ideal de la nueva raza.
Lo que seguía era esperar el momento y lugar apropiado para mostrarla y eso implicaba una verdadera hazaña no sólo de visualización sino de materialización. El segundo Dalai Lama se internó en los misterios de su tradición y logró maestría en sus técnicas secretas.
En 1531, Juan Diego, un indio de espíritu noble oyó una voz mientras caminaba por el cerro del Tepeyac. Era invierno y todo estaba seco y helado. Sabía que transitaba por la morada de Coatlicue Tonatzin la cuna de Huiízilopochtli.
Oyó una voz que lo llamaba. Se acercó al lugar de donde procedía el sonido y vio una imagen resplandeciente y maravillosa que le habló en perfecto Náhuatl; en impecable "Tecpillatolli" el hablar noble:
Nehuatl — (yo soy) — In Nizenguizca — (la entera-mente) — Zemicac — (por siempre) — Ichpochtli — (virgen) — Santa María In Inatzin — (Santa Maria la madre de) — In Huel Nelli — (el bien verdadero) — Teotl Dios — (Dios) — In Ipalnemohuani — (Señor por quien vive) — In Teyocoyani — (Creador de los Hombres) — In Tlogue Nahuague — (Señor del Cerca y del Junto, "Aquel cabe quien está todo") — In Hhuicahua In Tlaltipague — (Señor del Cielo y de la Tierra)".
Le dijo que era la madre de Ometeotl, que había venido para proteger a los indios, amarlos y cuidarlos y que deseaba que en ese lugar le construyesen un Templo. Le pidió que fuese a dar noticia al Obispo para que él se encargara de hacerlo.
Juan Diego obedeció pero no fue creído. Regresó a dar la mala nueva y la madre de Ometeotl lo llamó de nuevo y otra vez le pidió ir a ver al Obispo. Juan Diego accedió pero con los mismos resultados que antes.
El Obispo pedía señales concretas de la aparición. Entonces Ometeotl le pidió a Juan Diego recoger las rosas de todos colores que increíblemente crecían allí, frescas en la punta del cerro helado y seco. El las colocó en su "Amoxtli" su manto rústico de hilos extraídos del maguey y se las llevó al Obispo. Al dejar caer las flores; sobre el Amoxtli apareció inscrita y perfecta la imagen. El Obispo mandó construir un Templo a la nombrada "Virgen de Guadalupe".”
“... el verdadero Prototipo no es una máquina, sino el producto de una transformación colosal de la raza humana.”
“El prototipo”: Jacobo Grinberg-Zilberbaum